Horas nocturnas. El firmamento
está cubierto con manto negro.
Canción de cuna que ahora calla
sin esperar a la madrugada.
Una muchacha, de piel oscura,
desafiante mira la luna.
Lleva consigo envuelto en un hato
agua, comida y cuatro harapos.
Con paso firme pisa la playa
donde la esperan en una barca.
Escucha al viento que la susurra:
"marcha al encuentro de otra cultura".
Sin temor se enfrenta a la aventura.
Protege su abdomen con dulzura.
En sus entrañas siente la vida
que la ha abocado a esta partida.
Busca encontrar en la otra orilla
lo que en su tierra no encontraría:
que su hijo crezca como hombre libre
que en su experiencia sea tangible
calmar su sed con un agua clara
que el sueño llegue sobre una cama,
alimentarse, ir a la escuela
que alguien le cure cuando le duela...
Esperanzada mira al futuro
oye en su mente un grito mudo
un mantra intenso que nunca cesa
que al repetirse cobra más fuerza:
Tú, que a todos los seres creaste
y a poblar el planeta enviaste,
concédeme que no sólo algunos
sean los amos de todo el mundo.
Belén R.